miércoles, 23 de abril de 2014

XXII CICLO DE MÚSICA DE CÁMARA "CAPITULACIONES DE SANTA FE", GRANADA

Caminando hacia el Instituto de América, bajo una lluvia de cierta intensidad, en pleno Domingo de Resurrección, pensaba para mis adentros que qué sería la vida sin retos...Y en efecto, allí estaba, a punto de enfrentarme a uno de cierto calado. 


En televisión y en los medios masivos nos bombardean con letanías sobre ser emprendedor, y a pesar de ello, sólo quedan en entelequias vagas, intangibles en su aterrizaje a la vida común. Pero es el Arte el que, más allá de ejemplos supeditados al éxito económico (el único camino que parece ser valorado en los tiempos que corren), nos muestra la senda de buscar -por detrás del oteo fácil- objetivos y experiencias que aún no hemos vivido en primera persona. Ese gusto por la peripecia, por la persecución de vestigios -ciertos o imaginados- añade pizcas de sacrificio a tu agenda cotidiana, donde palabras como disciplina o trabajo constante, además de otras como creatividad, imaginación o intuición, se configuran en un todo nada sencillo de gestionar en comunión con ritmos sociales o familiares. 


Pues a pesar de ello, y lo esforzado que supone auto-imponerse metas nada sencillas, conforme caminaba por las calles de Santa Fe hacia el Instituto de América, sentía que merecía la pena, que a pesar de lo duro que resultaría llevar a cabo la empresa, ésta era de interés, que me iba a aportar como músico y como ente sensible a las emociones contextuales. 

Un recital para violín solo en una sala de acústica extra-seca, para un público entendido y con un repertorio de una expresividad y riqueza de recursos muy notable, en suma, era un reto que imponía. Y aquí estaba la magia de emprender, que te descubres a ti mismo en mensuras que no habías desarrollado con anterioridad y que te aportan una visión nueva de lo que puedes disfrutar en tu profesión. 


B. Godard, como núcleo monográfico del programa, y J. S. Bach en los bises, me regalaron -prestada- la inspiración para poder desarrollar un discurso estético con el que me siento entroncado. El publico disfrutó y me transmitió una cercanía enriquecedora. Un violín modelo Guarnieri del Gesú, del maestro armenio Stepan Konstanian, me arropó con un sonido denso, grande y proyectante y, apenas como quien sueña con sonidos, el instrumento ponía los medios para lanzarlos lejos y nítidos. En fin, no todo fue perfecto, claro, y mi cabeza hierve de detalles y modificaciones que ahora centran mis deseos por evolucionar la interpretación de estas piezas cara al próximo reto, pero casi, casi fue la tarde perfecta cuando sentí que daba vida a unas obras olvidadas y que un público de hoy, de todas las edades, disfrutaban con una expresividad  que transgrede la arquitectura compositiva y focaliza su nervio en la textura misma del sonido como material, como esencia de la experiencia estética.


Pronto lanzaremos el CD, con el sello AEIAPmusic con la integral de Sonatas para Violín Solo de Godard, pero hoy toca dar la gracias a los amigos de Santa Fe por haberme permitido disfrutar y vivir la experiencia y pensamientos que aquí os narro, ya que frente a las muchas dificultades que surgen en todo proceso creativo, ahora vivo un estadio renovado de ilusión y motivación para seguir profundizando en el misterio de la Música y en la sacrificada rutina de inventarse de nuevo cada día.